*Jaime Eduardo Botero Gomez
Muchos hemos oído hablar de “todas las formas de lucha”, un viejo invento del comunismo para librar sus batallas políticas, desestabilizar estados y lograr llegar al poder. Esta vieja técnica no ha pasado de moda, como muchos conceptos de la política y la vida institucional, por el contrario, se ha perfeccionado a tal punto que, hoy en Colombia es posible incluso desestabilizar la política de seguridad democrática. Hoy en día se le conoce como “Guerra Política” y tiene dentro de sus más fuertes y eficaces manifestaciones, las guerras mediática y jurídica.
Muchos hemos oído hablar de “todas las formas de lucha”, un viejo invento del comunismo para librar sus batallas políticas, desestabilizar estados y lograr llegar al poder. Esta vieja técnica no ha pasado de moda, como muchos conceptos de la política y la vida institucional, por el contrario, se ha perfeccionado a tal punto que, hoy en Colombia es posible incluso desestabilizar la política de seguridad democrática. Hoy en día se le conoce como “Guerra Política” y tiene dentro de sus más fuertes y eficaces manifestaciones, las guerras mediática y jurídica.
Un ingrediente fundamental es la ingenuidad de un pueblo, el adormecimiento de las masas o apaciguamiento, y la credibilidad que ostentan los grandes medios y por supuesto, los idiotas útiles – en algunos casos los periodistas son utilizados y en otros casos artífices de la estrategia -. En estos días, ha sido muy efectiva la guerra mediática, y han descubierto sus orientadores, una llave de oro con la guerra jurídica. Tal parece que conforman una dupla excepcional.
Veamos un par de ejemplos, los más recientes y significativos. Es claro que como estos los hay cientos y en un futuro muy cercano miles. Es a partir de esta espectacular combinación que se destituyen militares, se encarcelan congresistas y se mutilan instituciones del Estado creadas para la seguridad nacional, pilar de la democracia.
El primero de los ejemplos nos muestra como, unos delincuentes reportados como dados de baja en unas operaciones, - aquí es importante aclarar que hasta el momento la justicia no ha fallado, no ha dado respuesta definitivas y en muchos casos ni existen siquiera las investigaciones -, fueron presentados luego como víctimas de “falsos positivos”. Informaciones de ida y de vuelta, fueron “validadas por los medios” y la condena mediática fue consolidándose, no por los jueces sino por los periodistas. La sentencia: el Ejército colombiano era culpable de los “falsos positivos” y esto constituía una política de gobierno.
La campaña mediática fue inmensa y llegó al exterior, hasta que la presión sobre el gobierno, estalló de forma indebida, pagando los platos rotos 27 militares que fueron mostrados al mundo como asesinos despreciables. Los generales fueron comparados en prensa escrita y hablada, con los criminales más famosos de la Alemania Nazi. Hoy en día nadie se preocupa si se abrieron investigaciones, si fueron encontrados culpables o inocentes, para todos son culpables. Pero eso sí, la guerra mediática no paró allí. Al día siguiente de la destitución de estos ciudadanos sin derechos – porque ellos, y todos los militares, son los ciudadanos que no tienen derecho ni a un debido proceso, ni a la presunción de inocencia -, ya no eran 11 los desaparecidos que catalogaban como “falsos positivos” sino miles, afirmaban sin recato los medios de comunicación.
El punto está claro, ese día el actual gobierno cedió precipitadamente a la presión de los medios y de organismos internacionales, y perdió mucho del terreno ganado en la guerra contra la subversión. Los resultados saltan a la vista, la oposición política ha tomado un vigor inusitado, se ha envalentonado y hoy asistimos impávidos a una ofensiva mediática sin precedentes.
El segundo caso, y el más reciente, se parece en todo a los muchísimos a los que podríamos referirnos. Un testigo encapuchado, o anónimo que es lo mismo acusa de interceptaciones ilegales al DAS, pero como no tiene pruebas dice que todas fueron destruidas unos días antes, que fueron chuzados magistrados, políticos de oposición, miembros del gobierno, jueces y periodistas. Es bien extraño que la Corte, sin valorar las pruebas – que según ha dicho la revista Semana, fueron destruidas, se apresure a salir en los medios a denunciar un complot contra ella por parte del gobierno. Dice la corte, que el gobierno está posando de víctima cuando es el victimario, y se apresuran a invocar la justicia internacional, alegando falta de garantías. Que grave es esto! Nuevamente, como ya es costumbre, se desató una formidable ofensiva mediática.
Y como era de esperarse, pues ya ha pasado varias veces, el gobierno cae en la trampa y se apresura a tomar decisiones que vulneran la seguridad de los colombianos, prácticamente desmantelando al DAS y dejándolo como un equipo de investigaciones “de a pié”, mientras los enemigos del Estado van en “avión”.
Este tipo de decisiones tomadas en el calor del escándalo, desatado por los expertos en la guerra mediática, y aprovechada por inescrupulosos magistrados que aprovechan el calor de esta batalla para echarle leña al fuego a una ya vieja pelea que tienen con el Presidente – en la que amenazan incluso con ir a la justicia internacional porque aducen que la justicia no tiene garantías en este país - generan una sensación de inestabilidad, de zozobra y sobre todo, de improvisación por parte del gobierno.
Nada es más alejado de la realidad, si no hubiera garantías, ¿como entonces se entiende que puedan tener a medio Congreso en la cárcel muchos de ellos acusados por testigos muy cuestionables y con procesos bastante dudosos, cantidades de militares detenidos y enjuiciados por dudosas causas? Un ejemplo claro es el del Coronel Alfonso Plazas Vega, que hoy se encuentra detenido por los hechos del Palacio de Justicia, mientras los autores intelectuales de aquel holocausto se pavonean por el congreso, amnistiados y convertidos en los guardianes de la moral pública.
¿Dónde está el gobierno que vino a imponer la ley, que se ha jactado de defender y cuidar que se respeten los derechos de todos, y con mayor empeño los de sus opositores? Es claro que todos los colombianos merecemos se nos respeten los derechos, y que si alguien del gobierno viola la ley debe ser castigado con rigurosidad, pero primero debe ser vencido en juicio según nuestra constitución y mientras tanto, deben ser respetados sus derechos, en este caso, a la presunción de inocencia y al debido proceso.
Estos son los resultados de esta brutal ofensiva, para quienes piensan que Colombia estamos ganando la guerra, los invito a analizar todos estos hechos, y podrán llegar a la conclusión de que no es suficiente con derrotar a la subversión en el campo militar, sino que hay que derrotarla en el campo que ellos plantean hoy la guerra: En el campo jurídico, mediático e ideológico. Mientras no entendamos la naturaleza de esta guerra, estaremos lejos de ganarla, yo diría que hoy la estamos perdiendo.
*(UnoAmérica)
Um comentário:
O Observatorio brasileño, por meio dos artigos do Coronel Villamarín Pulido e deste artigo de Jaime Eduardo Botero Gomez, da UnoAmérica, vem fazendo uma das mais sérias e lúcidas advertências relativas ao processo revolucionário na América Latina: a Colômbia, de Álvaro Uribe, está vencendo militarmente a guerra contra as Farc mas está perdendo a guerra ideológica no seu próprio campo institucional.
No "Complot contra Colombia", segundo a designação de Villamarín Pulido, atuam o Foro de São Paulo e as forças que o compõem, a começar pelo PT. Se esta organização atuou de forma decisiva nas eleições em El Salvador, por que não estaria agindo, como de fato está, contra o governo democrático da Colômbia?
Botero Gomez, no artigo comentado, vê com clareza que há um front ideológico que não se vencerá segundo a estratégia convencional, mas será preciso conhecer as novas formas revolucionárias intentadas pela esquerda mundial, a fim de esboçar e levar a cabo uma ofensiva eficaz.
Marcelo Motta
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